LOS PARADIGMAS Y LA RECIPROCIDAD

 

Los paradigmas y la reciprocidad

Los modelos culturales  y paradigmas mentales nos permiten comprender nuestro mundo físico y social e interaccionar con mayor o menor fortuna, integrándonos  de manera más o menos funcional y cohesionada en diversos  subsistemas sociales que se pudiesen plantear (política nacional o local, escuela, juventud, vejez, deporte, arte, etc…). Dichos paradigmas están influidos por muchos factores, entre los que se encuentran la moral (costumbre), ética (información y cultura propia más costumbre), leyes, religión , etc… Bien, siguiendo este razonamiento, es obvio que este último factor –la religión- es un elemento clave de la moral de cada país o región, determinando los paradigmas mentales y moral de sus habitantes, dotándonos de principio de reciprocidad ,juedocristiano o no, obligándonos a una coherencia con lo que hacemos -y por lo tanto a una fiscalidad propia y rendición de cuentas ante nuestro proceder para la salvación o condena-, o no, dejando esta tarea para otros intermediarios entre lo divino y lo humano, para que podamos resetear nuestro compromiso moral (esto es clave en la diferencia entre la Europa Luterana respecto a la Europa Católica). Pero sigamos, tras la religión intrínseca a la moral propia del lugar en que vivimos y crecemos,  la cultura, información y aprendizaje constructivo, determinan nuestro proceder: si en nuestras acciones, contextualizadas a cohesión social y principio de reciprocidad, buscamos el éxito sostenible de nuestro entorno, estaremos en la senda del progreso sostenible y de calidad. Así, volviendo a la dicotomía de las dos Europas, la que plantea estrategias cooperativas, implicando decisiones consensuadas, progresa y lo repercute en sus ciudadanos. La otra, lo hace de manera desigual y truculenta.  Fijémonos ahora en los Equilibrios de Nash (Teoría de Juegos, tan bien representado por Russell Crowe en la película “Una mente maravillosa”) y que de forma tan didáctica  explica John Allen Paulos  en su delicioso libro “El hombre anumérico”: se pueden resumir, como se veía en la película, en la toma de decisiones consensuadas, pensando en el beneficio propio y en el del grupo al que pertenezco (en la película lo resumían graciosamente en “…conseguimos a la rubia”).  Lo curioso viene ahora, más allá de describir las interacciones con modelos matemáticos y su aplicación socioeconómica, me interesa que consideren, en este contexto, los análisis de un genio, C.M. Cipolla, que abordó estos paradigmas sobre cualidades y tipologías humanas, permitiéndonos pasar de lo cuantitativo a lo cualitativo, analizando la sostenibilidad, cohesión y progreso en función de dos elementos: el individuo y su hábitat social –lo propio y lo ajeno-, el yo frente al entorno, a partir del resultado neto de su acción o desempeño: el beneficio. Me explico: tracen dos líneas perpendiculares con un origen común, en la horizontal midan el beneficio propio, con dos valores (negativo a positivo: -  / +) y en la perpendicular sitúen el beneficio ajeno, también con dos valores (negativo a positivo: - / +), pues bien, una vez hecho esto, tendrán un cuadrado con cuatro sectores, dos filas y dos columnas, en las que se puede leer de izquierda a derecha y de abajo arriba, los siguientes sectores: beneficio propio negativo y beneficio ajeno negativo (-,-), es el sector inferior izquierdo; beneficio propio positivo y beneficio ajeno, negativo (+,-), es el sector inferior derecho; beneficio propio negativo y beneficio ajeno positivo (-,+), es el sector superior izquierdo y, por último, beneficio propio positivo y beneficio ajeno positivo (+,+), es el sector superior derecho.  Veamos qué significa este paradigma que les acabo de plantear:  el sector superior derecho (+,+) es el que implica acciones sostenibles, es la acción del sabio, inteligente y justo hacia la sociedad en la que vive, durable en el tiempo, con sentido de cohesión y reciprocidad. Es decir hago lo mejor para mi y para la sociedad en la que vivo, establezco un feedback y sinergia de la que nos beneficiamos todos. Redunda en países con sociedades ricas, progresistas, cohesionadas y cultas. De manera análoga,  cuando sólo se establece el bien para la sociedad en la que vivo, a costa mía, no se obtiene un rendimiento sostenible en el tiempo, ya que provoca mi aniquilación e incapacidad, es la acción del ingenuo, el  que no se capitaliza y sólo pierde recursos propios y trabajo, siendo menos eficaz su compromiso social y acción con el tiempo: sería un beneficio propio negativo y un rendimiento social positivo, durante un breve tiempo (-,+), aunque lo mueva la inteligencia y el compromiso social.  Ahora esto se pone realmente interesante, cuando tenemos un beneficio propio positivo con una repercusión social negativa (+,-), estaríamos hablando del malévolo  y sátrapa potencial. Acción que tampoco es sostenible en el tiempo y redunda en un empobrecimiento social, haciendo que el malévolo no pueda perpetuar su acción en el tiempo si no es siendo más drástico y voraz en al acopio de recursos y capital, redundando,paralelamente, en un empobrecimiento cada vez más extremo de la sociedad que lo cobija; con el agravante que, gracias a su capital, el malévolo puede desplazarse e iniciar un nuevo ciclo en otro lugar.  Ya sé, ya sé que ustedes ven claramente un ejemplo palmario y reciente de este caso en nuestra ciudad.… pero me falta exponer el último caso, el que representa el beneficio propio negativo, tanto como el ajeno; es decir (-,-), tendríamos simplemente al necio o estúpido, al que no gana nada excepto una satisfacción infantil, perversa y efímera, empobreciendo su sociedad hasta convertirla en un juguete roto y estéril; tampoco ganarían quienes consintiesen el juego del estúpido, como el cerdo que retoza en el fango.  El estúpido puede ser connivente con el malévolo, podría ser el que abandonase el barco dejando el timón a la deriva,  sin prestarse a ser parte de la solución por lo que sería parte del problema, haciendo lo peor para él y para lo sociedad (o subsistema social) en el que se encuentre;  puede estar motivado por cortedad intelectual o por vanidad, o vaya usted a saber… pero también sería responsable del empobrecimiento de su entorno, y por lo tanto encajaría como un gante en la definición de  estúpido. Por último, y a modo de entrenamiento y entretenimiento, prueben ustedes a situar a nuestros representantes del Concello de Ourense en las Categorías de Cipolla antes expuestas: no tardarán en reconocer a malévolos y necios, y a ingenuos e inteligentes sometidos a la conjura de los necios y malévolos.

Fdo:   Juan Luis Neira González

08 de noviembre de 2020

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